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DIUX QUIXHEPE LÍI, VíCTOR DE LA CRUZ
El 9 de septiembre por la noche mi teléfono no dejaba de sonar, varios amigos me daban la triste noticia de la muerte de Víctor de la Cruz. Pensé en comunicarme con algún familiar suyo, pero sólo contaba con su número de celular y nadie lo contestaba.
La muerte de Víctor de la Cruz produce un doloroso vacío en mi vida; podría escribir sobre la importancia de sus aportaciones literarias y académicas, pero ninguna de esas referencias lograría expresar mis sentimientos. Cuando se pierde a un amigo, se duele uno de la ausencia sin que otra cosa importe.
Pero en el caso de Víctor, tuve que sobreponerme al duelo y cumplir mi obligación para con los vivos. Su obra es un legado que debe alimentar la vida y la inteligencia de los mexicanos de hoy, y de quienes dispondrán de él en los tiempos que vendrán.
Víctor de la Cruz Pérez, nació el 26 de octubre de 1948 en Juchitán, Oaxaca. Poeta y traductor, estudió además la licenciatura en derecho, se doctoró en estudios mesoamericanos y fue reconocido por la Academia Mexicana de la Lengua como uno de sus miembros distinguidos.
Conocí a Víctor hace años, con Guillermo Petrikovsky, Gilberto Sánchez, Desiderio de Gyves y Moisés Cabrera, entre otros, hicimos de la vida un festín hace algún tiempo.
Trabajamos juntos en algunos proyectos de investigación, cabe destacar que, con otros investigadores, fundamos la Unidad de Investigación Educativa en la entonces Delegación de la SEP en Oaxaca. Fueron tiempos de creatividad y de aventuras. Después dejamos de frecuentarnos; pero los domingos de ramos solíamos vernos en Juchitán y platicar sobre los asuntos del momento. Algunas veces comíamos o cenábamos en mi casa y nunca nos alcanzaba el tiempo para concluir un tema; motivo por el cual, nos retábamos para continuar con el vino y las comidas tan luego nos fuera posible.
El corpus de su obra está por integrase y ser analizada, mencionaré sólo algunas de ellas: ‘Diidxa’ sti’ Pancho Nácar’ (1973-1982), ‘En torno a las islas del mar océano’ (1983), ‘Dxi yegapa gueu’ saa Bixhahui-Coyote va a la fiesta de Chihuitán’ (1983) (versión bilingue zapoteco-español con ilustraciones de Francisco Toledo, ‘Cuando tú te hayas ido’ (1985), ‘La flor de la palabra’, antología bilingue de la literatura zapoteca (1999), ‘Aspectos históricos de la educación en Oaxaca’, ‘La educación en las épocas prehispánicas y colonial en Oaxaca’ (1989), ‘Jardín de cactus’ (1991) y ‘Antología literaria de Oaxaca’ (1993).
Cuando en el 2011 ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua, Francisco Toledo le ofreció en el IAGO una comida; Víctor invitó a sus amigos más cercanos y tuve el honor de estar presente. Después de disfrutar de los platillos que se sirvieron, se fueron retirando los comensales, fuimos quedando sólo unos cuantos de sus amigos. Dejé mi mesa para ir al encuentro de Víctor, estaba parado solo; después de recibir los parabienes de uno de los invitados, me acerqué a él y le dije que me retiraba; me abrazó y me comentó en voz baja: «Los homenajes son para los muertos, no me gustan». Te lo has ganado, le dije reprendiéndolo, porque tu obra es importante para México y en especial para nosotros. Sin hacerme caso, me dijo como para salir del paso: «¿Ya te diste cuenta que la Güera fue a la única vallista que invité? Si, le contesté y volví a abrazarlo agradecido; después me despedí de él y de su esposa.
Nos volvimos a encontrar en otras ocasiones, lo veía afectado, poco saludable; a pesar de eso su muerte fue tan dolorosa como inesperada. Si como me dijo en la comida que le ofreció Francisco, que los homenajes son para los muertos, el primero para él, debiera ser la lectura de su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua : «Las literaturas indígenas mexicanas».
Es extraño, pero ese texto tiene ahora para mí, el sabor luctuoso de un testamento literario.
Samael Hernández Ruiz.
Oaxaca, Oaxaca, 11 de septiembre de 2015.
CUANDO EL RELÁMPAGO NOS ILUMINE NOS PODREMOS VER
(Versión original en zapoteco de Juchitán, Oaxaca)
Testimonio de Moisés Regalado Zacarías.
Mi nombre es Moisés Regalado Zacarías, nací en Juchitán en septiembre de 1917. Mi mamá era de San Blas y mi padre fue Moisés Regalado Vicente.
Antes trabajaba, ahora me dedico a otras cosas; como ahora, estoy haciendo una cerca para ponerla donde están las gallinas del Señor. No, ya no trabajo, mi esposa murió y por eso celebramos Todo Santos.
No fui a la escuela, ni siquiera a la de la Cartilla. Mis hermanos y yo siempre nos dedicamos al campo,fuimos cinco, ninguno asistió a la escuela.
De los jóvenes de mi barrio, sólo fueron a la escuela Catarino Santiago y Bernardino Hernández, ellos si tienen su profesión. Otros con sus hermanos, se fueron a otra parte; pero no aprendieron. Catarino si aprendió. Ellos asistieron a la escuela y nosotros nos dedicamos a trabajar. En aquellos tiempos las personas vivían con carencias y no se podía ir a la escuela.
Cuando yo tuve a mis hijos los mandé a la escuela; pero como su abuelo vivía en el rancho, uno de mis hijos que estaba en segundo grado, se salió de la escuela y se fue a vivir con él, no quizo ir a la escuela, qué podía yo hacer. Mi otro hijo siguió estudiando. En esta generación la mayoría de los niños si van a la escuela , a comparación de mi generación que casi no asistieron.
En aquellos tiempos se llevaba la cartilla en la escuela y cuando la terminaban seguía el Método. Eso era lo que llevaban a la escuela y no cuadernos, después ya llevaron cuadernos, lápices y aprendían a escribir y a hacer cuentas.
Las personas que aprendían antes lo hacían de buena manera; pero sin llevar cuadernos , sólo se basaban en el método y la cartilla. Cuando terminaban el método recibían los libros.
Yo trabajaba en el campo, recogía la leña. Cuando cumplí 18 años me casé y trabajé con todos mis hermanos. Trabajé en el campo, trabajé en una ladrillera, después me convertí en pescador.
Como ya te dije, cuando me casé, debido a que faltaba trabajaba en el campo, me convertí en pescador, compré una tarraya. En el tiempo de lluvia como ya no se llevaban carretas, tejí tarrayas. De esta manera encontré un mejor medio para darle una vida mejor a mis hijos.
En aquellos tiempos las tarrayas eran muy económicas, se vendían a cinco pesos. Las vendían los huaves, las personas de dinero las compraban.
La tarraya se empiezaba a elaborar por la cabeza. Empieza con cien , en las tres líneas se le colocan tres crecientes y este tiene cien, se tiene que tener cuatro al empezar, después a la arreanda se le coloca plomo , de esta manera se termina para llevarlo a pescar. Por eso era necesario buscar y aprender cómo se hace y no pagar a otra persona para hacerlo, porque a eso se dedicaban.
Tuve seis hijos, tres varones y tres mujeres, uno de ellos murió cuando era soltero, me quedé con dos varones y tres mujeres.
Algunos de mis hijos siguen en la pesca, otros no. Al que fue a la escuela lo llevaba a pescar en la madrugada, sacaba al caballo para que lo llevaran a pescar y él se regresaba para ir a la escuela. Fue a la escuela, pero sufrió mucho y con apoyo terminó de estudiar; porque iba a trabajar en las vacaciones y con eso se ayudaba. Mi otro hijo que ya no quizo ir a la escuela, trabajó en el campo y el otro trabajó de yudante de albañil, pero se cayó de un carro de volteo.
Estaba recogiendo semillas en el campo cuando me avisaron que mi hijo había muerto, por eso solo me quedan cinco hijos, que ya se casaron y ahora estoy con ellos.
Comencé a pescar a los 24 años,iba con mi hermano, con la red para arrastrar, la mitad él y la mitad llevaba yo, la juntábamos para que fuera mas larga, él por un extremo y yo por el otro. Mi hermano me dijo que aprendiera a hacer tarrayas .
En los tiempos de lluvia ya no llevábamos la red, sino las tarrayas. Eso porque en esos tiempos los caminos se llenan de lodo y es difícil llevar la red , con la atarraya es mejor, porque se lleva en el cesto, la red como es más grande hace mucho bulto, se tiene que llevar en carreta , después en caballos.
Ahora se lleva la red en los caballos con canastos. Se coloca una mitad del lado derecho y la otra en el izquierdo, de un lado los corchos y del otro el plomo. Llegando a la playa se unen con otro compañero y la tiran al mar, esa es la vida del pescador.
Se pescaban muchos tipos de peces: bagre, corvina , guachinango, robalo , de todo tipo y de vez en cuando salía la raya o mantarraya, tortuga. Cuando el mar todavía se encontraba en buenas condiciones, en algunas partes había lagartos y cuando estos entraban en la red, se comían a los pescados. Era difícil sacarlos, porque son fuertes y grandes.
Ahora como el mar casi está destruido, los lagartos casi no se ven y son difíciles de encontrar. Eso sí, salen las mantarrayas. Una vez sacamos a una por la entrada en donde se encuentra la capilla de la Santa Cruz de los pescadores que medía más o menos tres metros. Se enredó en el lazo de la red, y la trajimos con otros seis señores para venderla, la despedazamos y la trajimos a la casa, después alquilamos un carretón para cargarla porque la iban a comprar, llegamos y las personas que la iban a comprar, buscaron su nombre en libros; pero no lo encontraron, por eso no la compraron, porque el nombre no aparecía en los libros, no se vendió. Un señor de apellido Altamirano, tampoco la quizo comprar, porque su nombre tampoco apareció en su libro. Por eso la tuvimos que tirar.
Pobre mantarraya, es un animal indefenso, no le hace nada a las personas. Son animales de color negro con la cabeza alargada, pobre, no hace nada.También pescamos un pez espada; pero ese sí es peligroso. En la parte que parece espada se enredó en la red y la rompió; lo tiramos, porque la gente no lo iba a comprar.
Íbamos a pescar por el rumbo de Palomar, Rincón Juárez, Huamuchil. Íbamos en carro. Pescábamos sabaletas, llevamos dos redes. Antes de llegar al lugar caminábamos y una vez cuando bajamos, el agua nos llegaba hasta el pecho, agarramos a un lagarto que nos echó a perder la red.
En la vida del pescador pasa de todo. Una vez fuimos mi compañero y yo, a media noche mi compañero me dijo:
-Levántate y vámonos. Llegamos y entramos al mar. En el momento que íbamos a desenredar la red nos dimos cuenta que había un pez muy grande y al momento de irse casi nos hundió la lancha.
Cuando llevábamos la tarraya, salíamos dos a tres metros con el reflector para alumbrar el camino.
Para ser pescador se necesita mucho valor, creo necesario también que siempre vayamos con compañeros para ir a pescar, porque solo de esta manera nos podemos cuidar. Por eso aconsejo a las personas que prefieren ir solos a pescar que vayan acompañadas para que se cuiden entre ellos. Finalmente se tienen que repartir el pescado entre ellos.
Por eso nosotros nunca nos perdimos; a otros compañeros si les pasó en algún momento, cuando estaban dentro del mar. Hay momentos en la oscuridad que no se puede ver el lugar donde te encuentras.
Por eso cuando el tiempo está mal, no nos arriesgamos a ir a pescar, porque los resultados son muy malos. Cuando está lloviendo no nos podemos ver, sólo en los momentos que el relámpago nos ilumina nos podemos ver y así reunirnos.