Los orígenes culturales del conflicto Israel-Palestina


Palestina es una porción territorial del Medio Oriente. Una tierra que evoca en nosotros un mundo misterioso y al mismo tiempo sagrado.

Ubicado en un corredor estratégico para el comercio, el control y la guerra, Palestina fue ocupada sucesivamente por las grandes potencias de la antigüedad: Asiria, Babilonia, Persia, Macedonia, Roma, Otomanos, y más recientemente por los Inglaterra y Estados Unidos. Una tierra cuyos habitantes siempre han sido sometidos por la bota de los militares.

Poblada hace 2,000 años a.c., por quienes sería después conocidos como «Cananeos», pronto comenzó su diferenciación en tribus que tendrían un denominador común que sería su lengua semita. La parte alta y montañosa sería habitada por tribus que después serían famosas por su denominación; «Israel» el pueblo elegido por Yahvé. Sus enemigos, habitantes de las tierras costeras, también se harían famosos como los «filisteos» que las historias bíblicas nos mostrarían como los villanos.

Lo cierto es que ninguno de los dos era culpable de la diferenciación. Los pueblos semitas alternaban su economía entre la agricultura y el pastoreo tanto en las partes altas como en las costeras, en aquellas el pastoreo era más frecuente y desde luego la trashumancia; pero la crisis de la economía agrícola de la región costera en algún momento de la historia, llevó a quienes ocupaban por temporadas las partes altas a fijar como actividad principal la agricultura y por tanto se volvieron comunidades sedentarias.

Con el tiempo esas pequeñas comunidades sedentarias de las partes altas, en su sueño por unificarse para no pagar impuestos y no depender de la potencia dominante en turno, clamó por constituir un nuevo Estado, el reino del pueblo elegido de Dios; se redactó entonces el Pentateuco como la prueba histórica de un destino manifiesto. Es probable que el Pentateuco haya aparecido en el siglo VIII a.c., renovado con el Deuteronomio, durante el reinado de Josías, con la asesoría del profeta Jeremías.

Las circunstancias de este nacionalismo tribal emergente fueron, posiblemente, el debilitamiento de Asiria, el asecho de Babilonia y el interés de Egipto de controlar la zona.

Josías vio la posibilidad de llamar a la unidad a las tribus montañesas bajo un solo rey y atacó la zona norte de territorio Asirio, Samaria, en una de sus comunidades: la legendaria Jericó. Así comienza la leyenda.

La posterior diferenciación entre Judea y Palestina, tiene como fondo el mítico un Israel que nunca prosperó como reino de un pueblo elegido, pero que aún ahora sigue aspirando a su constitución y la aparición de las tribus «perdidas» de Israel.

La arqueología actual prueba que los semitas judaicos, nunca llegaron de las tierras del Abraham mítico, siempre fueron semitas asentados en Palestina.

Después, en efecto, se dio la llamada Diáspora cuyo inicio se ubica entre los años 60-70 después de Cristo. Las rebeliones de judíos radicales contra el imperio romano, provocó una represión brutal que hizo huir a los sobrevivientes; algunos se ubicaron en un territorio no semita, sino Jázaro, al sur de la actual Ucrania.

Generaciones después, los Jázaros se convirtieron al judaísmo para poder comerciar sin conflictos con los musulmanes y cristianos que los rodeaban. Fueron estos judíos Jázaros, no semitas, quienes se dispersaron por Europa occidental y que convirtieron el tribal nacionalismo judío semita, en un llamado a conquistar la «Tierra Prometida». Lugar al que llegaban los judíos Jázaros, intentaban convertirlo en la tierra prometida, y cada vez que pudieron, intentaron expulsar a sus pobladores originarios; había nacido el sionismo.

Por su parte, los judíos semitas nunca abandonaron la idea de que su Mesías, les otorgaría el territorio anhelado: las tierras altas de Palestina. Los judíos semitas no comparten con los Jázaros su agresividad y el dogma de conquistar la tierra prometida.

En Europa oriental primero, pero después también en la Europa occidental, se desató el anti-sionismo que se extendería, lamentablemente, hasta el judaísmo mesiánico. Esta confusión ha traído consecuencias terribles para el pueblo judío.

El sionismo adquirió carta de ciudadanía en el siglo XIX como respuesta a los pogromos y Theodor Herzl fue su ideólogo fundador. Herzl fue quien propuso la creación de un Estado judío en algún lugar del mundo para escapar de la represión en Europa, misma que tuvo su punto más alto en la Alemania de Hitler.

Ningún país poderoso aceptó la propuesta y Herzl murió decepcionado hasta de sus timoratos seguidores. Fue después de terminada la Segunda Guerra Mundial cuando los Estados Unidos e Inglaterra, vieron como solución crear un Estado aliado en Palestina. Lo anterior para controlar una franja del planeta que resultaba ahora estratégica ante la presencia de la Unión Soviética y de lo que después sería el Bloque Socialista.

En 1948 se les otorgó a los judíos, sionistas y mesiánicos, autorización para ocupar lo que hoy es el Israel moderno, el sueño parecía hacerse realidad, un pueblo mítico adquiría cuerpo en la realidad; pero la realidad es más compleja que los sueños. Pronto el descontento palestino dio origen a la resistencia armada con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP, 1964).

La contraparte del sionismo es el fundamentalismo islámico, representado en Palestina por Hamás, siglas en árabe del Movimiento de Resistencia Islámica. Por cierto, Hamás fue apoyado por el gobierno israelí para debilitar a la OLP, aunque Hamás no sólo se distanció más de la OLP al postular un Estado Islámico para Palestina, sino arreció sus ataques contra Israel toda vez que la OLP hubo aceptado la paz y el reconocimiento del Estado israelí bajo ciertas condiciones (1993, Acuerdos de Oslo).

La agresión de Hamás a su otrora mecenas el 7 de octubre de 2023, además de inexplicable (¿?), resulta sospechoso. No es un secreto que las reformas que el actual presidente de Israel Benjamín Netanyahu, provocaron protestas que pusieron en riesgo a su gobierno, por lo que es plausible suponer que el ataque de Hamás fue «facilitado» para enarbolar una falsa bandera que unificara al pueblo de Israel y fortaleciera su presencia en el gobierno. En pocas palabras, una guerra provocada y útil.

Los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN dudan acerca de apoyar las iniciativas de Netanyahu, pero terminarán por hacerlo ante la presión de China y la guerra de Ucrania.

Lo demás ya se sabe y lamentablemente continuará provocando más muertes y desgracias. La llamada humanidad muestra en el actual conflicto Israel-Palestina, los límites de su sociabilidad.

Acerca de samael2012

Juchiteco, aficionado al cine, los viajes, los libros, la música. . . y los sueños.

Publicado el 26 octubre, 2023 en Artículos. Añade a favoritos el enlace permanente. Deja un comentario.

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