Archivos Mensuales: septiembre 2017

Cuando la naturaleza nos aterra.


Despertar, ver el cielo cuando el sol se asoma y respirar el aire fresco de la mañana son experiencias que animan a dar gracias por la vida. La naturaleza nos provee de un territorio y un nicho de vida con oxígeno, agua, alimentos, refugio y materiales útiles para nuestra existencia, porque al final de cuentas somos parte de ella y vivimos gracias a ese hecho esencial.

Hay algo que es nuestra circunstancia humana y que llamaré «Mundo», que por cierto tiene una etimología curiosa proveniente del latín (mundus, mundi) que significa limpio, ordenado. Hay otras interpretaciones que vinculan la palabra mundo con un cofre en el que las mujeres guardaban sus cosméticos con un orden determinado. Sin importar demasiado el origen preciso de la palabra «Mundo», lo que quiero destacar es que su uso indica nuestro distanciamiento de la naturaleza: ya no es el orden natural el que impera, sino el orden del homo sapiens, el Mundo o el Cosmos como le llamaban los griegos.

Lo que llamamos cultura es parte de ese orden que emergió de la propia evolución del homo sapiens, y a la forma de organización que asume, sociedad. Cultura y sociedad constituyen un binomio inseparable cuyos componentes se realimentan mutuamente provocando una dinámica que estudian las ciencias sociales.

Es importante destacar que, aunque el Mundo se constituye como orden humano desde la aparición del homo sapiens, su modo de operar como «distancia» entre naturaleza y sociedad fue al principio muy «corta» y difusa: el orden natural imperaba sobre el Mundo.

Las sociedades prehistóricas se regían por el orden que marcaba el resto de la naturaleza: los alimentos se recolectaban o cazaban, no se producían, los refugios se localizaban y percibían como lugares seguros, no se edificaban, la distribución de los bienes básicos se hacía según la necesidad de los miembros del grupo, no se compraban, etc..

Quiero destacar algo de todo lo anterior cuando hablo de «refugios»: el peligro no estaba, ni está en la naturaleza, sólo se comprende como tal cuando estamos presentes ante él. Por ejemplo una cascada no es un peligro «natural», sólo lo es si estamos al borde de ella con una canoa o nadando. El peligro entonces no es inherente a algo; sino una construcción social. Cuando se toma la decisión de aproximarse a algo que para nosotros puede ser peligroso, decimos que corremos o aceptamos un riesgo.

El orden de la naturaleza no es malo ni bueno, es algo que no encuadra ni en la ética, ni en nada que venga de la cultura; el orden natural simplemente es. Los seres humanos en tanto nos apegamos al orden natural, es decir, en tanto nos comportamos como parte del orden natural, corremos menos riesgos. Por ejemplo, aunque cazar a un animal implica correr un riesgo, es más peligroso no cazarlo, porque de no hacerlo moriríamos irremediablemente. Esta asimetría del riesgo es lo que expresa el equilibrio de energía de la naturaleza: unos mueren para que otros vivan, pero sólo si se compensa lo que vive con lo que muere y al revés; cualquier exceso en los términos produce desequilibrio, en otras palabras: aceptar más riesgos de los estrictamente necesarios para vivir, provoca desequilibrios en cadena.

El mismo equilibrio vale para las cadenas alimenticias o los sistemas ecológicos, cualquier desequilibrio hace que se recomponga todo el sistema.

En el transcurrir de la historia del Homo Sapiens, el Mundo se sobrepuso al orden de la naturaleza y lo hizo de manera desmedida: cambió la configuración del planeta. Homo Sapiens cambió el curso de los ríos, los contuvo con represas, explotó minas socavando la corteza terrestre y contaminando las aguas, le «robó» terreno al mar, inundó valles, destruyó especies enteras, extrajo petróleo causando cavernas inmensas y contaminando el aire, construyó carreteras, destruyó bosques y selvas completas, agotó tierras fértiles y contamino tierras estériles con agroquímicos para hacerlas producir, manipuló el ADN de animales y plantas y muchas otras actividades que desde la perspectiva cultural son revoluciones científicas y proezas humanas; pero si las evaluamos desde el orden natural son aberraciones.

En gran medida el costo de estas aberraciones de nuestro progreso lo estamos pagando con desastres que nos cobra la naturaleza. Cuando edificamos en antiguos causes de ríos, en zonas sísmicas con diseños de otras regiones no-sísmicas, cuando construimos casas en laderas, cuando diseñamos y habitamos ciudades completas sobre fallas geológicas, cuando fabricamos bombas atómicas y las hacemos estallar bajo tierra, cuando edificamos complejos químico-industriales en zonas pobladas, cuando llenamos de basura el espacio, cuando hacemos la guerra por estupideces de una élite o cuando matamos animales incluyendo al homo sapiens sin compensar el equilibrio energético natural, estamos provocando un desastre.

Cuando violamos el orden natural corremos riesgos, cuando estos riesgos se hacen realidad lo hacen como desastres que calificamos como «naturales», como si la naturaleza se ensañara con nosotros; no entendemos que somos  nosotros quienes nos exponemos a una fuerza infinitamente más poderosa que toda nuestra especie junta; una fuerza que es capaz de aplastarnos como insectos o como a pedazos de roca.

Para quienes siendo religiosos reniegan de Dios, como cuando los bárbaros asolaron a Roma en tiempos de Agustín de Hipona, les digo que ni Dios ni la naturaleza son culpables de nada; son entidades que están, o en la cima o por encima de nuestras construcciones culturales y a quienes recurrimos para rogar clemencia, consolarnos o acusar de nuestras desgracias; todo a causa de nuestra incomprensión.

Toda nuestra ciencia debió servir para entender mejor el orden natural, para construir un Mundo acorde a él; pero en el Mundo capitalista de hoy, esa ciencia está bajo el dominio de intereses a los que solo les importa la ininterrumpida acumulación de capital para garantizar la existencia de algunas familias todo poderosas que controlan  al Mundo del homo sapiens.

Las desgracias que hoy viven miles de mexicanos en la Ciudad de México, en Oaxaca, Chiapas, Morelos, Puebla y Guerrero, los muertos y los abandonados en su desgracia, son la expresión de la inconsistencia de este Mundo, con todo lo que tiene de transgresión de lo natural, la ignorancia del riesgo, la «política» de la corrupción y la corrupción de la política.

Si algo se puede decir de estas desgracias, además de lo mucho que nos duelen, es que nos muestran el Mundo que hemos construido desde su sótano pestilente y la podredumbre que encierra.

Si algo se puede decir de estas desgracias, además de nuestra admiración por los héroes que luchan sin descanso por rescatar lo rescatable, es que nos indican lo que no puede permanecer en México.

Si algo se puede decir de estas desgracias, además de rezarle a nuestros muertos, es que México debe cambiar si no queremos que la reconstrucción del país repita las aberraciones y vulnerabilidades del Mundo que hemos construido y que unos pocos nos obligan a vivir como individuos en desgracia, aterrados por la naturaleza.

Si algo se puede decir de estas desgracias, además de la rabia contra quienes lucran con nuestro sufrimiento, es lo dicho por Sartre y que parafraseamos : México será aquello que seamos capaces de hacer con lo que queda de él.

Desastre y política: los nuevos escenarios.


Hace algunos días, antes del sismo, recibí la invitación de un amigo, se trataba de desayunar con Porfirio Muñoz Ledo en un restaurante de Oaxaca. Acepté la invitación porque, independientemente de mis diferencias políticas con el licenciado Muñoz Ledo, me interesaba conocer su versión de los hechos de 1977 relativos a su Plan Nacional de Educación, que fue de pronto desechado por el entonces presidente José López Potrillo.

Al desayuno asistieron otras personalidades del mundo académico y político; la plática abordó el tema de las opciones de cambio para el país y las condiciones de Oaxaca. Aunque Don Porfirio hizo la introducción al tema, fue él mismo quien coordinó las intervenciones, lo que dice mucho de su capacidad de conducir y controlar.

Las tablas de Muñoz Ledo quedaron expuestas con sus agudas reflexiones sobre los actores políticos en nuestro país: el Frente Ciudadano por México (PRD-PAN-MC) es un «mazacote», dijo, que difícilmente aportará algo que no sea más de los mismo o peor. El PRI no tiene candidatos fuertes y no se distingue del «mazacote» en sus propuestas; MORENA es quien queda en pié a pesar de los pesares. A mi pregunta de si no veía otra posibilidad me respondió: eso es lo que está en el tablero.

Tengo que reconocer que desde un punto de vista pragmático lo afirmado por Muñoz Ledo es irrebatible; pero las expresiones políticas emergentes podrían modificar ese escenario. En mi contra, el primer señalamiento es ese «podría» condicional que en política no existe, lo mismo que el «hubiera». Como yo no soy político, me gusta analizar en qué medida es posible que ciertas tendencias observables modifiquen la situación actual.

¿Cuáles son los factores que podrían modificar la estructura actual de las fuerzas políticas y en que sentido lo pueden hacer? Mi respuesta es que dichos factores podrían provocar la emergencia de nuevos actores políticos o bien obligar a algunas de las fuerzas preexistentes a modificar su estrategia.

Empecemos por el principio: ¿cuáles son los factores que podrían modificar la actual estructura de las fuerzas políticas?: la situación internacional actuando sobre la clase política mexicana, la situación del país, y en Oaxaca, la configuración de algunas tendencias que parecen estar emergiendo con el pasado sismo de 8.2 grados en la escala de Richter.

El sismo del 7 de septiembre y sus consecuencias, son un potente analizador que pone en evidencia hechos que a veces no tomamos suficientemente en cuenta, como por ejemplo, la forma en cómo opera la administración pública y la manera en cómo reaccionan las personas.

De la forma en cómo opera la administración pública destacamos lo siguiente:

  • Una falta de previsión del gobierno del estado en materia de riesgos y desastres.
  • Graves deficiencias en la coordinación de las instancias públicas para atender la emergencia.
  • Falta de previsión en el diseño de un plan anticipado de recuperación para después del desastre y
  • Negligencia en la atención de medidas preventivas en materia de agentes naturales de riesgo.
  • Deficiente tramitación de los fondos de desastre y mala información sobre los afectados y sus activos.

En cuanto a la reacción de la gente:

  • La operación impune de criminales en pleno proceso de emergencia en el caso del Istmo de Tehuantepec.
  • La operación de grupos partidistas y clientelares para aprovechar la desgracia con fines proselitistas.
  • Protesta por la distribución de las despensas o por la falta de atención.
  • Aparente incapacidad para organizarse y mejorar la salida de la emergencia.
  • En algunos sectores una actitud de sometimiento a la actitud paternalista de los funcionarios públicos.
  • Hay que destacar la movilización de particulares, dentro y fuera de la región de desastre, en apoyo a los damnificados y las muestras de solidaridad incluso a escala internacional.

Los efectos combinados de lo anterior puede dar lugar a la emergencia de actores políticos, diferentes a los partidos y grupos preexistentes que abanderen las demandas de los damnificados, como ya se está observando, y marquen una diferencia en el escenario político electoral.

La posibilidad de que dichos actores emergentes se desarrollen, dependerá de su protesta militante de cara al desastre ocurrido, pero también por la capacidad o incapacidad que muestren el PRI, el Frente Ciudadano por México o MORENA , para  atraer a esos actores emergentes hacia sus filas.

Otro elemento importante es la actual situación nacional en la que destacan hechos como las constantes denuncias de corrupción de la clase política y la impunidad que buscan perpetuar ante sus presuntos actos delictivos; la actitud dubitativa y servil de la clase política mexicana ante las presiones de los Estados Unidos de Norteamérica, sobre todo en lo relativo a las negociaciones del TLC, los temas de Corea del Norte y Venezuela. Todo lo anterior en un contexto en el que los criminales actúan con entera impunidad y se incrementa la violencia contra las mujeres, al mismo tiempo que se observan conflictos internos en las fuerzas políticas y dificultades en las finanzas públicas. Todo lo anterior muestra las limitaciones de la clase política y de las actuales fuerzas electorales en disputa por los espacios de poder.

En Oaxaca y Chiapas después del terremoto, se observan indicios de:

  • La emergencia de actores colectivos que comienzan a definir demandas a partir de la afectaciones de los fenómenos naturales.

  • Incremento de la pobreza por la afectación del patrimonio y los activos de un sector importante y vulnerable de la clase media en Oaxaca.

  • Problemas asociados al desabasto de bienes de consumo básico (maíz y frijo) y la necesidad de importar dichos bienes.

  • El brote de enfermedades infecciosas y secuelas en la salud física, emocional y mental de los afectados por el sismo.

  • Incremento de los hechos delictivos en la región del Istmo de Tehuantepec.

  • Politización de las demandas derivadas de las afectaciones por los fenómenos naturales, por parte de los actores emergentes con fines electorales para el 2018.

De consolidarse estas tendencias, la situación nacional podría dar lugar a un juego de fuerzas donde la estructura actual de las fuerzas políticas, cediera ante la presión de actores sociales emergentes. No sé si ocurrirá, pero valdrá la pena seguir observando.

En el desayuno pregunté a Don Porfirio sobre su Plan de Educación de 1977 y su opinión sobre la actual reforma educativa. Nos platicó varias anécdotas sobre el tema, pero no dijo porqué José López Portillo desechó el plan para dar lugar a uno muy diferente y con menos profundidad en su concepción. No obstante al final todos salimos contentos de haber platicado con el célebre Porfirio Muñoz Ledo, el último, junto con el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas, de la vieja guardia nacionalista, como me dijo un amigo al salir.